martes, mayo 06, 2008

Jorge Malebran (...o El Mito tras el amigo)

Nota: este texto lo escribí antes de efectuar una pequeña investigación, para aclarar la verdad de este tema que llamé El Mito tras el Amigo
.
Antes de iniciar estas líneas debo ser honesto, no tuve la oportunidad de haber estado junto a Jorge en algún grupo de trabajo, o en alguna correría, por ello no llegué a conocerlo más profundamente. Sin embargo, a través de los años, he ido pensando en esa extraña aura que se fue generando y que dio lugar a una multiplicación de historias e invenciones, amasijo de andanzas y ficciones, mezclas de mitos y verdades, que poco a poco hemos conocido, no siempre en su totalidad e invariablemente por diversas fuentes.

Al menos por ahora, lo que muchos de nosotros sabemos, es que Jorge Antonio Malebrán Cortés, el negro, -el Maleta-, fue una persona callada, de carácter introvertido y reservado, de condición modesta y esforzada, que nunca estuvo en la directiva, ni figuró en los primeros lugares del curso, tampoco se destacó mucho en los diferentes ramos, es más, diría que le costaba un poco las materias habituales -matemáticas, física, castellano o inglés-, sin embargo, junto al resto de nosotros, salió adelante y pudo terminar los cuatro años de enseñanza media sin mayores problemas.
En resumen, fue un compañero que tuvo un tranquilo y discreto paso por el curso. De los cuatro años que estuvimos compartiendo junto a él -unos más cercanos que otros-, no ahondamos mucho en su historia personal.
De hecho, al interior del curso, muchas veces, nuestra comunicación se desarrollaba dentro de la simpleza que significaba el vernos diariamente y compartir minucias y frivolidades que se generaban por la edad –y la época- que estábamos viviendo, y aunque nuestra amistad se tornaba sencilla, espontánea y franca, igual sembró algo en nuestras vidas que permitió que, aun hoy, nos reencontremos y ya sin reservas, nos desenvolvamos relatando y detallando hechos de nuestras vidas que nos accedió a conocernos mucho más.

A partir de diciembre de 1978, posterior a nuestra Licenciatura y egreso del colegio, Jorge empieza lenta y forzosamente la pérdida de contacto con el curso. Y puedo suponer que es aquí, también, donde se empieza a generar esta historia.
Algunos la han asemejado a una gran gesta que mantuvo en la lucha contra los poderes del estado, junto a otros muchos personajes anónimos, extraños y ajenos a nuestro diario vivir, que integraron aquel famoso grupo armado, revolucionario por constitución, y que llevaría a nuestro amigo a un trágico desenlace.
Y me refiero al Frente Patriótico Manuel Rodríguez, grupo armado insurrecto y agitador, en cuyo pensamiento se lee: ‘...tiene (el Frente) como base ideológica la concepción materialista de la sociedad, asumiendo la teoría del marxismo leninismo como principal instrumento de análisis y guía para la acción, y al Rodriguismo como la forma y la experiencia concreta en que aplica esta herramienta en la lucha, de acuerdo a la realidad política, histórica y cultural del país.’ (sic)

En la medida que pasa el tiempo, más me inclino a pensar que nada sucede por casualidad. No existe la suerte. Hay un significado pequeño detrás de cada pequeño hecho que vivimos. Quizás no pueda ser visto con claridad de inmediato, pero lo será antes de que pase mucho tiempo. Y por otro lado, creo que la relación de los grandes hombres a veces influye en la vida de otros más pequeños que, con el correr del tiempo, los hacemos grandes.

Por ello, me aventuro a especular –aun con grandes posibilidades de equivocarme-, que dos de los forjadores de la independencia, figuras de la patria vieja, nuestro pater José Miguel y el mítico guerrillero, estuvieron de algún modo relacionados en la vida y el sentir de Jorge.
Primero Carrera, cuyo nombre inscrito en nuestro colegio, podía dejar vagar su espíritu en los pasillos y aulas del recinto. Con su gran energía, sería el forjador de la Independencia, pues este gran patriota es el que lanza el primer grito de Libertad y Soberanía, ya que ha culminado la magna obra de crear una estructura administrativa para un País Soberano y ha puesto en marcha todas las instancias necesarias para su funcionamiento, un modelo administrativo que sería utilizado por O'Higgins en su posterior mandato. Razón suficiente para que todo chileno debiera recordarlo como el Primer Padre de la Patria.
En sus memorias, Neruda nos indica que José Miguel Carrera, como Bolívar y algunos otros de los libertadores, salieron de la clase aristocrática criolla. Los intereses de esta clase chocaban vivamente con los intereses españoles en América.
La vida de Carrera fue corta y fulgurante como un relámpago. Su personalidad fascinante atrajo los conflictos sobre su cabeza como un pararrayos atrae la chispa de las tempestades. Al final fue fusilado en Mendoza por los gobernantes de la recién declarada República Argentina. Pero sus deseos eran libertar a Chile y en este empeño precipitó guerras y guerrillas civiles que lo condujeron al patíbulo. La revolución en aquellos años turbulentos devoró a uno de sus hijos más brillantes y valientes. (Pablo Neruda – Confieso que he vivido)
Y luego Manuel Rodríguez, cuya amistad con don José siempre guardaría desde sus días de compañeros en el Colegio Carolino de Santiago, sería el hombre que se encargaría de atizar la llama de la libertad en Chile. En sí un luchador incansable

La lejanía que tuvo Jorge a partir de nuestro egreso, se confunde en este comienzo de entregarse ideológicamente a la lucha contra el régimen Pinochet.
De cierto es que en los cuatro años que estuvimos en el colegio nunca se habló de política, como así también nunca se manifestaron nuestros sentimientos de aprobación o rechazo al gobierno imperante, con excepción de un par de bromas a Ricardo Moll.
Y, a pesar de nuestra cercana relación con los estudiantes de la Escuela de Técnicos, en muchos de nosotros no se determinó el color político hasta después de haber ingresado a la Universidad. Ni siquiera estuvo en nuestra mente el pensar que varios de los llamados ‘sapos’ actuaban libremente dentro del recinto, circulando totalmente ignorados para nosotros, como fue el caso del Huaso Molina o Ivar Vargas.
No fue sino con el correr del tiempo y en las continuas conversaciones que hemos mantenido después de terminado nuestra educación media, que nos dimos cuenta a que sector nos habíamos acogido, ya sea por simpatía -o por empatía- y fuimos capaces de sorprendernos al encontrar hechos y acciones de compañeros, condiscípulos –amigos en fin- que vivieron las dos caras de la moneda aquellos complejos años del régimen militar.
En el caso de Jorge, se fueron generando numerosas narraciones que vincularon su participación en algunas gestas semi-heroicas, o hechos de lucha, tales como el ataque a la comisaría de Gómez Carreño, una posterior huida hacia Argentina o, incluso, su muerte –violenta por lo demás- en algún tipo de enfrentamiento con la policía.
Muy poco de eso era cierto.
Quien más sostuvo cercanía en aquellos días fue Guillermo Candia. De hecho estuvo junto a él hasta en los últimos minutos, a riesgo de verse perseguido por la CNI, o la policía, que mantenía el hogar donde Jorge residía vigilado por su presunta participación en estos hechos de violencia.
Pero, según cuenta Guillermo, Jorge nunca estuvo más abandonado, solitario y desolado que en esos últimos momentos. Sus camaradas le había dejado solo, no contaba con el apoyo de su familia y muchos de sus amigos le habían torcido la mano.
Es probable –y acá continuo mis conjeturas- que haya sentido un dolor profundo porque escogió mal, porque se equivocó o, simplemente, porque se dejó llevar por la pasión y las prisas. Muchas veces, con esto, nace en nosotros un sentimiento de pena o de amargura por acontecimientos que no estaban en nuestras manos y que no habríamos podido evitar nunca
Y el desenlace se produjo.
Epícteto, un sabio que vivió entre los siglos I y II después de Cristo, en uno de sus escritos invita a distinguir entre las cosas que dependen de nosotros, y las que no están en nuestro poder. Cuando tomamos las cosas que están en nuestras manos y nos equivocamos, nacen un sinfín de sentimientos. Y nos da pena, rabia o remordimiento por lo que hicimos o lo que dejamos de hacer. El resultado, sin embargo, será una mezcla entre lo que yo he decidido, lo que estaba en mis manos, y las mil conexiones de la vida que ya no dependen de mí. En otras palabras, los mil juegos “del azar” que se entrecruzan y que llevan a resultados que nos sorprenden, sea por el dolor no esperado, sea por alguna ayuda no prevista que llega en el momento justo y que nos ayuda en una situación especialmente difícil.
Quien reconoce la diferencia que existe entre lo uno y lo otro- continua diciendo-, vivirá sabiamente. Trabajará por hacer bien eso que está en sus manos. Acogerá, con serena resignación, aquello que “ocurre” sin haber podido hacer nada por evitarlo.

Jorge encontró la paz en el suicidio. Al menos eso cuentan.
El medio que ocupó para arrancar de este mundo no es importante. Tal vez solo quiso escapar, acabar con todo. Silenciar su voz y tranquilizar su corazón. No lo sabremos nunca. Tenía 25 años. Un cuarto de vida que se le fue en una pestañeada y que truncó sueños de familia y esperanzas personales ya apagadas.
Y su funeral que bien pudo haber sido en silencio, apremiado, triste y con una restringida asistencia de personas que acompañaron sus exequias hasta el Cementerio Santa Inés en Viña del Mar no contó con nosotros para despedirlo como era debido.
No tenemos claridad aún de la fecha exacta y del sitio preciso en el que reposa. Pero más allá de estos detalles, es que el Maleta está en nuestro recuerdo, ya que en cada reunión lo hemos traído repetidamente a nuestra memoria y nos brinda una grata evocación al tenerlo presente.
Toda vida humana es una llamada no solamente a la existencia, sino que encierra en sí misma una misión determinada, aunque a veces escondida para nosotros. A veces nos preguntamos el por qué de las cosas que suceden, yo cambiaría esa pregunta a un para qué , tal vez para ninguna de ellas tengamos una respuesta absoluta y solo con el pequeño fundamento de nuestras creencias, cada uno podrá responder en gran medida estos cuestionamientos.
Jorge fue el primero de los treinta y siete que se fue. El primero que se nos adelantó. A él le siguió Camilo y el resto de nosotros estamos a la espera. Ambos nos dejaron su ejemplo de vida. Uno, luchador social, otro un padre y trabajador ejemplar. Todos tendremos algo que dejar a nuestros amigos de siempre para que nos conversen en las futuras reuniones y para cada uno habrá una historia que contar.
Esta es la de Jorge, la del Maleta. Tal vez no sea tan apegada a la realidad o a los hechos reales. Tómenlo sólo como mi aporte o como una manera de honrar la memoria de un amigo de juventud.Un abrazo Jorge, en donde quiera que te encuentres... en paz.
Septiembre 2007

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