martes, junio 03, 2008

30 años atrás... (1)

Haciendo memoria de estos treinta años de egreso, ayer se cumplieron treinta también de la inauguración del mundial del 78. No recuerdo que le hayamos tenido tanta bronca a los argentinos en ese entonces, como lo es ahora. Al menos a mi me gustaba el equipo argentino junto al de Holanda, lástima que la final haya sido entre estos dos países, pues aun cuando veríamos a los argentinos ganar la copa -ayudados por los arbitrajes-, no podemos cuestionar, tampoco, el buen juego que tenían.
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Un recuerdo especial de aquel tiempo fue la expectativa que generó la inauguración del evento, ya que ese año las transmisiones televisivas eran en colores y, como todos querían verlo ese día, las clases terminaron temprano y, con el permiso de Carvajal nos fuimos a Quilpué. Como anfitrión, me tocó ir en la avanzada. Era el grupo de privilegio que iba en el Simca de Gonzalo. El día estaba muy asoleado para ser julio. El partido resultaba ser solo la excusa, lo importante era verlo en colores.
A mi papá le habían entregado, en parte de pago, un televisor marca Sanyo de 19 pulgadas, con la última novedad de aquel año 1978, el color. Llevábamos casi seis meses con el aparato, pero los programas seguían proyectándose, mayoritariamente, en blanco y negro. Solamente algunos noticiarios, reportajes y una que otra serie se veían a todo color. Era diferente ver a un Pedro Carcuro colorín y al Chapulín Colorado efectivamente de ese color.
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Para ver el Mundial habíamos instalado el televisor en el living, previo acuerdo con mi casa y so insistencia del curso, habían decidido ver la inauguración y el primer partido aquella mañana. Llegamos cerca de las once y treinta a Quilpue, mientras el resto del curso tomaba la micro. Al entrar a la casa me encuentro, en primera fila y sentado en la mecedora, a mi abuelo. Entre el apuro y la emoción de esta ocasión se me había olvidado por completo que también asistiría a mirar el encuentro. El Tata también iba a salir de la copucha del color.
Con algo de sorpresa nos vio entrar, sin embargo debe haber pensado –son cinco solamente-, entonces, luego de los saludos nos acomodamos. El encuentro aún no comenzaba, recién estaban en las transmisiones del evento. Diez minutos después sonó el timbre. Era la primera oleada del curso
Las sillas del comedor se llevaron al living y cada uno se fue acomodando. Mi abuelo todavía mantenía su ubicación en primera fila. A un metro del grupo se movía algo inquieto en su asiento, motivado en mirar de soslayo al curso que murmuraba detrás de él. Con casi 78 años, mi abuelo tenía su carácter.
El timbre volvió a sonar. El recinto se llenó un poco más. Ahora cada uno buscaba en el suelo una mejor ubicación en espera del partido. El rumor del ambiente se tornó un poco más alto.
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La inauguración del campeonato dio comienzo y los grupos representantes de los 16 países salieron a la cancha mostrando su repertorio preparado para tal ocasión. Estos eran interrumpidos de vez en cuando por avisos publicitarios que, también en colores, nos dejaban su buena impresión. De los más esperados, el de los jeans Lee era el mejor. Esta, era una serie de tres comerciales argentinos que mostraban a una pareja de jóvenes que, a bordo de un yate, recorrían los mares del Pacífico sur, llegando finalmente a Tahiti, o alguna isla de la Polinesia. Al final de la serie se veía, por unos pocos segundos, a algunas nativas con el torso desnudo que, al igual que a la rubia protagonista, se bañaba en las cristalinas aguas mostrando sus pechos. Este momento era esperado por el grupo con avidez, tratando de acercarse y acomodarse para lograr una buena visión de la pantalla porque, en colores era otra cosa. Por supuesto, había que evitar algún comentario que molestara al Tata, que mantenía su posición de la primera fila. A pesar de la censura de esos días, aquella publicidad pudo verse en más de una ocasión, sin embargo al tiempo fue intervenido y tijereteado, por lo que no se volvió a ver los senos de la modelo en la playa. Algún espécimen de algún grupo moralista –de esos que nunca faltan- debió haber llamado al canal protestando de la aparición de tales imágenes.
Otro comercial que aun recuerdo de aquella época, por el tema musical From the begginin de Emerson, Lake & Palmer, era el de los caramelos mentolados Halls, que aparecían al mercado por primera vez.
El timbre tocó una vez más.
A esas alturas, el rostro de mi abuelo ya cambiaba de ceño. En total éramos veinte que, aún hablando en voz baja, se lograba un fuerte murmullo en el ambiente, impidiendo, a ratos, escuchar los comentarios de Livingstone y Carcuro. Sin embargo las carrasperas del tata acallaban un poco, de tiempo en tiempo al grupo. El espectáculo gradualmente fue terminando y le tocaba el turno a los discursos de cada presidente y miembros de la F.I.F.A. En la intervención del presidente de la parte Argentina, se dirigió al entonces regente de la Federación mundial, Joao Havelange, diciéndole parsimoniosamente –…Señor Presidente de la Federación Internacional de Fútbol Asociation…, la tensión del ambiente se rompió al unísono con un sonoro meihn, seguidos de risas y aplausos que celebraban la salida del uso del spanglish.
-¡Mal educados!–, dijo mi abuelo y ejecutó una fría y seca mirada hacia atrás, girando un poco su cabeza.
En aquel momento, todos me miraron algo sorprendidos. Yo, por supuesto, estaba con la cara roja, pero después de haber superado la vergüenza y las tallas que rápidamente me hicieron sentir algunos compañeros, el mal rato fue olvidado. Por fin, el partido dio comienzo y el silencio fue un poco mayor.
No obstante y como suele ocurrir con los partidos de inauguración del Campeonato Mundial, fue una lata. Alemania y Polonia no gustaron y la monotonía del encuentro, independiente de estarlo viendo en colores, llegó a aburrir a varios que poco a poco se fueron marchando. A eso de las cuatro de la tarde, el partido había terminado con un paupérrimo cero a cero y del curso solo quedaban algunos rezagados, los más fanáticos… y mi abuelo, claro está, que se iría doblemente molesto, una por el resultado y otra por la compañía de aquel día.
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El televisor se mantuvo en el living durante todo el mes que duró el campeonato, sin embargo, no hubo más reuniones con el resto del curso. Una porque Chile no había clasificado para jugar, por ende no había mucho interés de ver jugar a algún otro país y otra, por temor de encontrarse nuevamente con mi abuelo frente al televisor.
Hoy el aparato ya no se encuentra con nosotros. Mi abuelo tampoco.
El fútbol y los mundiales tienen todavía esa atracción de otorgar una gran exhibición y buen espectáculo, pero la mayoría de las veces, algunos partidos siguen siendo los mismos eventos aburridos, lo que nos gusta es el espectáculo que se genera con todo el ambiente. El color, en las transmisiones, hoy ha mejorado notoriamente, y la definición de los televisores queda de manifiesto en su calidad, tamaño y precio.
Es casi inconcebible ver algún partido internacional, en directo y en blanco y negro, pues el color es tan familiar y habitual en la tele, que diríamos que siempre estuvo ahí.
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(del libro Para bien de Todos. Cap.19)

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