miércoles, mayo 07, 2008

...derribando un mito

El corazón de cualquier mortal es un conjunto de contradicciones, algunas aterradoras, como sucede con las pesadillas. Todos somos, no digo algunos, sino todos, una mezcla de bondad y maldad, ateísmo y espíritu religioso, generosidad y egoísmo, valentía y cobardía, cordura y estupidez. Ernesto Sabato

No me podía quedar tranquilo con lo que me había pasado en el cementerio después de la búsqueda de la tumba de Jorge. Me quedaban algunas interrogantes, aunque tenía un dato muy valioso: la fecha de defunción. Tomé esta información y me dirigí, entonces, a mi fuente de archivos de la historia: la Biblioteca Santiago Severín, de Valparaíso.
Premunido de mi cámara, usé mi hora de almuerzo del día lunes siguiente, para salir de la duda. Solicité el tomo de enero del año 1991 de El Mercurio de Valparaíso y me dirigí a una de las mesas del lugar. Desplegué el grueso compendio buscando los ejemplares de fin de mes. La fecha de sepultación del cementerio indicaba 26 de enero.
Partí por el día 24, jueves, buscando en todas sus páginas y deteniéndome principalmente en el obituario. Nada que indicara alguna muerte en condiciones extrañas. Seguí el 25, con igual resultado. El 26 de enero, sábado, apareció en la crónica, en la parte superior del diario el siguiente titular: Reo se suicidó en la cárcel de Valparaíso. ¿Reo? ¿Cárcel?
Leyendo el pequeño texto de dos columnas habían varias cosas que no me cuadraban de acuerdo a todo lo escuchado en estos treinta años.
Primero, hablaba de una persona que cumplía condena, por abusos deshonestos (?) jamás se ha mencionado esto dentro de nuestras conversaciones. Más adelante señalaba algo más raro aún, que tenía 20 años. Si todos egresamos el 78, tendríamos entre 17 a 18 años, menos la Biby que rondaba los 16. Si mis cálculos no me fallan, a menos que Carvajal nos haya enseñado mal, del 78 al 91 son 13 años, o sea Jorge –y la mayoría de nosotros- tendríamos a enero de ese año entre 30 y 31 años, no los 20 que menciona el diario.
Luego acota... El hallazgo del cuerpo lo hizo uno de los reos de la celda ocupada por el suicida, quien dio el aviso a las autoridades de Gendarmería, quienes no entregaron versión oficial de este hecho (sic).
Quedé igual que ustedes. De hecho tomé una foto –aprovechando la tecnología- para leer con más calma y buscar entre líneas si las hubiera.
Lo primero que se me vino a la cabeza era la famosa frase, no sé si completamente vigente aún de El Mercurio miente. Después de todo, la diseminación de desinformación es un elemento necesario que usan los medios de comunicación para encubrir los hechos verdaderos. Definitivamente lo expresado ahí no concordaba con lo que siempre se comentó en nuestro círculo. Esto –además- echaba por tierra todo mi planteamiento anterior.
La Fancy nos dice: En la vida todo es y nada es. Nuestras vidas son una suma y resta de sucesos que nos tocan el alma y damos giros en torno a ellos, pensando que todo será para mejor y que la vida seguirá sonriéndonos. Y como nada sucede por casualidad, justo me encontraba leyendo un texto de Douglas Coupland, que hablaba de este tema.
Este autor canadiense, que acuñó el término Generación X, considerado una especie de gurú sociológico, editó su primera novela en 1991 –que lleva este nombre- y en ella llevaba a la práctica toda la teoría ideológica y moral (o mejor, amoral) de la generación que daba nombre a su trabajo y que servía de marco para definir el rumbo social y vital de un gran colectivo de jóvenes (americanos) que a principios de los noventa se acercaban o ya habían caído en el agujero negro de los treinta años.
Aunque se debaten las fechas exactas que definen a esta generación, se suele considerar rangos como 1963-1978 o 1961-1980. También se ha definido como las personas que vivieron sus años de adolescencia en los años 1980. Hay quien generaliza y considera que esta generación es la que ha vivido de todo: desde las TV en blanco y negro, a los HDTV más nítidos, o gente que ha jugado a las canicas, a la cuerda y al Playstation. (Fuente Wikipedia)
¿Les parece conocido? Bueno, el término se acuñó para definir una serie de conductas en los jóvenes (principalmente británicos) que rompían las pautas y costumbres anteriores. Actitudes como no creer en Dios, tener relaciones sexuales antes del matrimonio y no respetar a sus padres. Por tanto, se trata de un concepto más cultural que demográfico, que no describiría el conjunto de todas las personas de todos los países del mundo que nacieron en una determinada generación.
¿Y que tiene que ver esto con Jorge Malebrán? Nada, o tal vez mucho, pues esta información encontrada –la de la muerte- aunque no fuera cierto, debía tener una explicación. Por otro lado no era menos cierto que aunque lo dejamos de ver hace treinta años y para la fecha de su muerte muchos estábamos en nuestros primeros trabajos, con nuestros primeros hijos o nuestras primeras esposas... (algo de humor para restarle tanta seriedad al tema) y Jorge, al igual que el protagonista del libro arriba citado, puede haber quedado reducido a seres perdidos en una continua huida. De una manera o de otra, su vida ha ido prescindiendo de cualquier tipo de obligación o responsabilidad. Todo ello en un intento de buscarse a sí mismo al margen de las pautas sociales establecidas. Resulta significativo que estos personajes desprecien toda forma de poder económico y más significativo aún que se hayan establecido en el desierto, metáfora de la austeridad más absoluta e hipérbole del antisistema: soledad, abandono y no-consumismo.(sic)
Es cierto. Lo reconozco. Son conjeturas, supuestos e imaginaciones propias, pero ¿cuál es la justificación de una persona para tomar la determinación de suicidarse? Tampoco lo sabemos. Y como, además, no sabemos nada de la familia de Jorge, no hay quien corrobore estos argumentos.
La verdad es que con esto que les he escrito es como un dilema de conciencia entre lo obligatorio, lo posible y lo que me salía del corazón y lo que me sale del corazón es reflexionar todas las emociones vividas.
Pablo Fica en su encuentro con Víctor comentaba... El tiempo nos aleja. El tiempo pasa rápido. No me gusta mucho que esto suceda, pero es la realidad.
Sigo intranquilo con lo de Jorge. No sé si seguiré buscando. No sé tampoco, si vale la pena. A veces prefiero una locura que me entusiasme a una verdad que me derribe.
Un abrazo

Lucho

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